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La sucretización en el Ecuador


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El proceso de “sucretización”, que implicó que el Estado ecuatoriano asuma la deuda externa privada, tuvo consecuencias negativas para su sociedad y su economía. La más importante fue la de hipotecar, una vez más, al país a las condiciones impuestas por los acreedores de una deuda externa impagable. Este proceso, como casi todas las soluciones “definitivas”, contemplaba ciertos “beneficios” derivados del cumplimiento de las condicionalidades del FMI y del Banco Mundial (al presentarse el Estado ecuatoriano como un mejor “garante” de los créditos frente a los acreedores externos), al evitar la quiebra de las empresas y al estabilizar el sistema financiero, según rezaba el discurso oficial. 
Pero lo que realmente significó la “sucretización” fue un proceso corrupto donde el país se vio seriamente perjudicado. Los impactos no solo fueron económicos, sino que también tuvieron repercusiones en el tejido social al establecerse un mecanismo de subsidio a un grupo privilegiado de personas, sobre todo empresarios y banqueros, quienes también habían sido los beneficiarios del auge petrolero y del concurrente proceso de endeudamiento externo agresivo. A lo largo de este proceso, que exacerbó la inflación, la corrupción nunca estuvo ausente. Además, debido a que sus beneficiarios estuvieron vinculados con grupos políticos y financieros muy poderosos poco se ha logrado analizar sobre este tema y menos aún juzgar a los responsables.


Antecedentes 
A inicios de la década de los setenta se vivió el “boom” petrolero. Esto provocó un crecimiento económico como nunca antes se había experimentado. Durante la primera mitad de la década existió un endeudamiento moderado debido a que la dictadura militar de ese entonces estableció, expresamente, que el endeudamiento externo solo debía hacerse cuando fuese absolutamente necesario. Pero esta actitud cautelosa, derivada de la dura experiencia ecuatoriana en el campo de la deuda externa desde los orígenes de la República, cambiaría rápidamente en la segunda mitad de los años setenta, también regida por los militares.
Sin embargo, hay que estar consientes, que la demanda de préstamos de los países empobrecidos no es la única razón de la existencia del endeudamiento externo y su mal uso tampoco la única explicación de las crisis. Los problemas derivados del sobreendeudamiento encuentran sus orígenes en la oferta de recursos financieros en los países desarrollados, especialmente en los EEUU. El proceso de acelerado endeudamiento en los años setenta del siglo XX se debió a la afluencia masiva de los llamados eurodólares, por efecto, entre otros factores, de los desbalances que provocó la guerra de Vietnam, mucho antes del alza de los precios del petróleo. La masa de estos dólares fuera de los EEUU se amplió aún más con la eliminación de la convertibilidad del dólar en oro, en agosto de 1971.
La carrera expansionista de las disponibilidades financieras a nivel internacional, encontró su punto de partida también en la pugna comercial entre las grandes potencias. Luego crecería el monto de recursos financieros con los petrodólares, los cuales, al no poder ser utilizados productivamente en el Norte, fueron canalizados alegremente hacia el Sur, tradicionalmente marginado de los mercados financieros internacionales. Por eso la demanda de necesidades financieras represadas en el “tercer mundo” no puede ser vista como motivo suficiente para que se movilice el flujo de los recursos externos requeridos.


Mecánica de la “sucretización” 
En 1982, al ocurrir simultáneamente la caída de los ingresos por exportaciones del petróleo, el incremento de las tasas de interés internacionales y la restricción del acceso al mercado de capitales, como consecuencia de la política monetaria restrictiva aplicada por los países industrializados -en particular por los EEUU-, el Ecuador inició, como ha sido la característica en sus relaciones financieras internacionales, una nueva historia de renegociaciones que hasta el día de hoy no ha llegado a una solución definitiva. 
La “sucretización” asomó como la medida “correcta, adecuada y sabia” (al decir de los propios beneficiarios) para solucionar en el corto plazo el problema del sobreendeudamiento del sector privado, que se había endeudado libremente en los años de la bonanza petrolera. Para que se diera esta medida existieron presiones tanto internas como externas. Las presiones internas estaban dadas lógicamente por los grupos de poder político y económico que urgían a que el gobierno de Hurtado (el cual no contaba con un sólido respaldo político) tomará esta medida para satisfacer sus propias necesidades. Las presiones internacionales estuvieron dadas por el FMI y el Banco Mundial que respondían a intereses de la banca internacional interesada en conseguir un mejor garante para sus acreencias, cuando fue dicha banca, que por falta de análisis, criterio y por estar en extrema competencia con los otros acreedores, la que entregó “alegremente” esa enorme cantidad de créditos. 
Con la “sucretización” el Estado, es decir toda la sociedad, se hizo cargo de la deuda externa privada frente a los acreedores internacionales. Convirtió las obligaciones en dólares de los agentes económicos privados en obligaciones en sucres en condiciones excepcionales. Los deudores debían pagar en sucres con una paridad cambiaria y una tasa de interés fijada a la fecha de celebración del contrato. En una primera instancia, estas condiciones consideraban el riesgo cambiario. La rigidez posterior de éstas condiciones de pago hizo que este proceso sea aún más perjudicial para el país. 

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